viernes, 25 de septiembre de 2009

Dos buenas reseñas



He aquí dos buenas reseñas sobre la novela. La primera es de Rubén Castillo (escritor y crítico literario) y la segunda es de Deusvolt, un forero de primera.



Patrick Ericson es uno de esos escritores que de repente, sin que nadie se explique muy bien cómo, están. Quiero decir: escritores cuyos nombres de pronto se nos hacen familiares y comenzamos a verlos en las mesas de las librerías, con títulos impactantes, temas sugerentes e índices de ventas más que notorios. En el caso de Patrick, todo comenzó a hervir con sus interesantes novelas Génesis (El ritual rosacruz) y La escala masónica. Y ahora continúa el éxito con El ocaso de las siete colinas, un thriller donde política, sexo, religión y espionaje se funden para producir una mezcla de altísima eficacia. Pero que no se engañen los lectores más suspicaces: no estamos ante una obra facilona, ante un best-seller típico, superficial, esquemático y ramplón, destinado a un público poco o nada exigente en materia estilística. Nada de eso. Las páginas de Patrick Ericson están concebidas con escrúpulo literario, con elegancia formal y con una inteligente dosificación de recursos. Pero es bastante obvio que donde el autor tiene que cargas las tintas en este tipo de obras es en el argumento. Y ahí Patrick Ericson se revela como un gran ingeniero novelístico: juega con los tiempos, construye una poderosa armazón arquitectónica, perfila los tipos psicológicos, escande con gran habilidad las sorpresas, camufla sus trucos de prestidigitador y, al fin, deja que su bomba estalle en el rostro de los lectores, que quedan conmocionados, con el ritmo cardíaco a ciento veinte pulsaciones y pegados, literalmente pegados, al sillón... Un resumen de la novela sería perjudicial e injusto, así que no osaré acometerlo, por respeto a quienes decidan abrir sus páginas (será una sabia decisión), pero cuenten con antiguos agentes del KGB, que venden maletines nucleares y secretos de orden informático; con unos maníacos que han decidido hacer realidad las profecías macabras del Apocalipsis, atentando contra el Vaticano durante la elección del Sumo Pontífice; con expertos de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU., que han de detener ese holocausto; con un juego de rol donde unos pobres chicos son manejados como peones de ajedrez, sin saber que van a ser inmolados; y, sobre todo, con varias sorpresas magistralmente escamoteadas hasta las últimas páginas, que provocan exoftalmia en los lectores. En suma, un volumen que puede llegar a ser una de las revelaciones literarias de la temporada, con total merecimiento: por su estilo, por su solidez y por su talante casi cinematográfico. Si no han decidido aún qué libros van a leerse durante este verano, les aconsejo que no dejen de lado El ocaso de las siete colinas. Disfrutarán una locura.





A la hora de comentar esta novela me adentro con prudencia en un género –el trhiller- al que no suelo estar muy acostumbrado. Desde luego, El ocaso de las siete colinas lleva impresas las cualidades más significativas del género: ritmo rápido, acción y héroes ingeniosos que deben frustrar planes de poderosos villanos, todo aderezado con numerosos recursos tecnológicos, giros de trama, pistas falsas y los famosos cliffhangers (No, no soy ningún genio, todo esta información la he sacado de la Wikipedia).Por eso, confieso, me costó entrar en la novela. No por sus cualidades si no por mi propia condición de lector/escritor amante de otro tipo de literatura donde los personajes tienen disposiciones diferentes. Pero, una vez rodadas las primeras páginas, El ocaso te atrapa dentro de su trama como una tela de araña, de la que es imposible escapar. El ecuador del libro se convierte en el cénit de una montaña rusa en la que te encuentras lanzado cuesta abajo y sin frenos. Es, ante todo, una obra eminentemente visual, cinematográfica, donde la acción, los sucesos, la trama en definitiva es la que manda por encima de todo. Engulle a los personajes y sus destinos de forma inexorable, e introduce al lector en un mundo factible, bombardeándolo con datos, fechas y hechos históricos contrastados que hacen sentir un sudor frío por la espalda. No soy de los que cuestionan al autor, ni su información. Para mí, sería una pérdida de tiempo. La obra es creíble o no lo es. Así de simple. Y la visión que nos presenta el autor es la podemos leer entre líneas en los noticiarios, la que no nos dejan ver nuestras tareas diarias, la que no nos gustaría creer, pero, por desgracia, presentimos “que existe”. Una verdad tan pérfida como la realidad misma: Patrick Ericson nos introduce en los bajos fondos de la sociedad occidental, por la puerta de atrás del Vaticano, en esa jerigonza donde se mezcla la política, la religión, el pecado y los intereses económicos. Y lo hace jugando con las armas del género de forma brillante, viniéndome a la memoria películas como Juego de Patriotas, La Caza del Octubre Rojo, o la reciente y galardonada serie de TV, 24H. Me detengo aquí para hacer una reflexión distinta, pues no quiero hacer una reseña al uso porque me consta que tanto novela como autor ya han recibido críticas favorables de gente con criterios profesionales más dignos y contrastados que el mío.En vez de eso, rememoro cierto documental que vi una vez acerca de un director de cine. Se trataba de Pedro Almodóvar. Recuerdo algo que me impresionó bastante. Se hacía un breve resumen de su trayectoria profesional. Los expertos coincidían en que Almodóvar había conseguido exportar sus películas, rebasando las fronteras y las distintas culturas, haciendo de su cine, un cine internacional a partir de personajes autóctonos, tradicionales, muchos de ellos marginados y desplazados. En definitiva, siendo un director que mezclaba la tradición y la transgresión había conseguido la universalidad a partir de la cotidianidad de su propia tierra. Bien, mi reflexión emerge de este punto. Creo que el mundo que nos rodea ya no es exactamente el mismo que hace décadas. Condicionados como estamos por las distancias físicas, por nuestros quehaceres diarios y nuestros limitados recursos económicos, las tecnologías informáticas han dotado a nuestra realidad de una globalidad sin parangón. Podemos comprar un artículo a través de Ebay, más barato que en un gran almacén cercano a nuestra casa, incluyendo además los costes de correo. Podemos hablar y vernos con los familiares que dejamos en Argentina. Somos capaces de saber lo que ocurre a unos exploradores en la Antártida, o mantener una deliciosa conversación con un estudiante que vive en Haway. La globalidad para mí es una realidad que crece a cada poco, envolviéndonos sin posibilidad de retroceso. Por eso, Jose María, un tipo de Alhama, se convierte como lo haría un prestidigitador en Patrick Ericson, un tipo de Alhabama. Y es capaz, con su arte, de hablarnos de Fort Meade, de las agencias de inteligencia más poderosas del mundo, de los oscuros entresijos del Vaticano y de intrigas políticas ajenas a su tierra natal con total exactitud y convicción. Envolviéndonos, seduciéndonos con sus palabras cual mago, dispuesto a sorprendernos con un truco final.Y, voilà!Nos dejará helados.



http://www.elalmaimpresa.blogspot.com/

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